La comida es puro placer.
La comida es un momento social, un ritual que nos conecta.
¿Pero qué pasa con la función básica de la comida?
La verdad es que la comida, en su esencia más pura, debería ser nuestra fuente de energía, nuestra medicina, la base de nuestra salud. Como decía Hipócrates, “que tu alimento sea tu medicina”.
Pero, seamos claros, en esta sociedad de excesos en la que vivimos, hemos desvirtuado completamente su propósito. Damos por hecho que la comida nos alimenta, pero lo que realmente buscamos es que nos dé placer, que alivie nuestro estrés, que calme nuestra ansiedad. ¿En qué momento la comida se convirtió en nuestra pastilla mágica contra todo malestar?
Y lo más irónico, lo más trágico de todo, es que esa misma comida en la que depositamos nuestras esperanzas de alivio, esa que usamos como un bálsamo para la ansiedad, es la que, en realidad, nos mantiene atrapados en un ciclo sin fin. Nos engañamos pensando que comernos ese pedazo de tarta, esa bolsa de patatas fritas o esa galleta nos va a reconfortar, que va a llenar ese vacío o calmar esa inquietud. Pero lo que en verdad sucede es que, después del subidón inicial, viene la caída. Y en esa caída, la ansiedad no solo vuelve, sino que regresa con más fuerza, porque el cuerpo ya está pidiendo la próxima dosis de ese alivio fugaz.
Y de toda esta "comida" que nos rodea el azúcar es el mayor traidor. Nos vende la ilusión de felicidad instantánea, pero al final nos deja con una sensación de necesidad constante, un deseo insaciable que es casi imposible de ignorar. ¿Crees que dejar de fumar es duro? Intenta dejar el azúcar. Es una batalla mucho más feroz. El azúcar, y no exagero ni un poco, engancha más que la heroína. Es una droga socialmente aceptada, camuflada en cada esquina, en cada pasillo del supermercado, y que, además, viene muchas veces con la etiqueta de “saludable”.
¿no me crees? ¡Pruébalo! Prueba a estar 1 semana sin azúcar y sin productos que tengan azúcar. ¿Qué es 1 semana en toda tu vida?
Cuando lo pruebes, prepárate para la lucha. Vas a pasar por días de antojos intensos, cambios de humor, incluso dolores de cabeza. El cuerpo te va a pedir esa dosis que llevas años dándole sin pensar, y la tentación va a ser brutal. Pero si aguantas, si logras salir del otro lado, la sensación es increíble. Te das cuenta que ya no eres un prisionero de esos impulsos, de esa necesidad constante.
Sólo por ganar en libertad y poder decidir sin agobios cuándo quiero comer y cuando no, ya vale la pena. Pero los beneficios en salud son incontables: el azúcar y los hidratos de carbono refinados nos provocan picos de una hormona fundamental en nuestro organismo que es la insulina. Y es que hemos normalizado comer azúcar todo el día: porque desayuno dulce, picoteo un snack que si me leo los ingredientes veo que lleva azúcar, como con un montón de hidratos, y naturalmente incluyo fruto con fructosa y azúscar porque quiero ser "saludable".
Los picos de insulina, además de ser el antecedente de la diabetes, son los responsables de muchas de las enfermedades degenerativas del sistema nervioso, como el alzheimer, que también hemos normalizado y que erróneamente creemos que formen parte de nuestra vejez inexorablemente.
¡Saca el azúcar de tu vida, gana libertad, gana años y sobre todo gana años con la cabeza lúcida!
Yo escojo libertad ¿y tú?
La comida es un momento social, un ritual que nos conecta.
¿Pero qué pasa con la función básica de la comida?
La verdad es que la comida, en su esencia más pura, debería ser nuestra fuente de energía, nuestra medicina, la base de nuestra salud. Como decía Hipócrates, “que tu alimento sea tu medicina”.
Pero, seamos claros, en esta sociedad de excesos en la que vivimos, hemos desvirtuado completamente su propósito. Damos por hecho que la comida nos alimenta, pero lo que realmente buscamos es que nos dé placer, que alivie nuestro estrés, que calme nuestra ansiedad. ¿En qué momento la comida se convirtió en nuestra pastilla mágica contra todo malestar?
Y lo más irónico, lo más trágico de todo, es que esa misma comida en la que depositamos nuestras esperanzas de alivio, esa que usamos como un bálsamo para la ansiedad, es la que, en realidad, nos mantiene atrapados en un ciclo sin fin. Nos engañamos pensando que comernos ese pedazo de tarta, esa bolsa de patatas fritas o esa galleta nos va a reconfortar, que va a llenar ese vacío o calmar esa inquietud. Pero lo que en verdad sucede es que, después del subidón inicial, viene la caída. Y en esa caída, la ansiedad no solo vuelve, sino que regresa con más fuerza, porque el cuerpo ya está pidiendo la próxima dosis de ese alivio fugaz.
Y de toda esta "comida" que nos rodea el azúcar es el mayor traidor. Nos vende la ilusión de felicidad instantánea, pero al final nos deja con una sensación de necesidad constante, un deseo insaciable que es casi imposible de ignorar. ¿Crees que dejar de fumar es duro? Intenta dejar el azúcar. Es una batalla mucho más feroz. El azúcar, y no exagero ni un poco, engancha más que la heroína. Es una droga socialmente aceptada, camuflada en cada esquina, en cada pasillo del supermercado, y que, además, viene muchas veces con la etiqueta de “saludable”.
¿no me crees? ¡Pruébalo! Prueba a estar 1 semana sin azúcar y sin productos que tengan azúcar. ¿Qué es 1 semana en toda tu vida?
Cuando lo pruebes, prepárate para la lucha. Vas a pasar por días de antojos intensos, cambios de humor, incluso dolores de cabeza. El cuerpo te va a pedir esa dosis que llevas años dándole sin pensar, y la tentación va a ser brutal. Pero si aguantas, si logras salir del otro lado, la sensación es increíble. Te das cuenta que ya no eres un prisionero de esos impulsos, de esa necesidad constante.
Sólo por ganar en libertad y poder decidir sin agobios cuándo quiero comer y cuando no, ya vale la pena. Pero los beneficios en salud son incontables: el azúcar y los hidratos de carbono refinados nos provocan picos de una hormona fundamental en nuestro organismo que es la insulina. Y es que hemos normalizado comer azúcar todo el día: porque desayuno dulce, picoteo un snack que si me leo los ingredientes veo que lleva azúcar, como con un montón de hidratos, y naturalmente incluyo fruto con fructosa y azúscar porque quiero ser "saludable".
Los picos de insulina, además de ser el antecedente de la diabetes, son los responsables de muchas de las enfermedades degenerativas del sistema nervioso, como el alzheimer, que también hemos normalizado y que erróneamente creemos que formen parte de nuestra vejez inexorablemente.
¡Saca el azúcar de tu vida, gana libertad, gana años y sobre todo gana años con la cabeza lúcida!
Yo escojo libertad ¿y tú?